Por: Lina Zambrano
Pablo Emilio Delgado consiguió ser parte de la transformación educativa, no sólo en zonas rurales de Colombia sino en urbanas también. Ya son diez años construyendo experiencias de aprendizaje como quien construye una casa ajena, para que otros habiten en ellas.
Pablo es el mayor de seis hermanos, hijo de Aldemar Delgado y Ruth González, padres trabajadores y que siempre buscaron que a sus hijos no les faltara nada, mucho menos la educación. Creció en una casa humilde, con una familia humilde, en un barrio humilde de Florida, municipio del departamento del Valle del Cauca. Es de la época de la regla y el castigo, una en la que no se aprendía sino que se memorizaba. Terminó el colegio inmerso en un régimen fuerte, agresivo y poco pedagógico que brindaba la educación de hace cincuenta años.
Fue precisamente esa etapa escolar la que marcó la vida de Pablo, llevándolo a imaginar una forma de enseñanza totalmente diferente a lo que estaba acostumbrado, una en la que la prioridad son los estudiantes y donde el aprendizaje lejos de ser pasajero, es útil para toda la vida.
Pablo realizó una especialización en pedagogía infantil en la Universidad Santiago de Cali con el objetivo de ser parte del cambio que espera en la sociedad. Sin embargo, la academia brinda de forma teórica muchos elementos que él esperaba poner en práctica al momento de ejercer, pero lo que nunca le dijeron es que hay un mundo totalmente distinto en las zonas rurales del país y que allí son necesarios otros elementos que las universidades no brindan.
Pablo participó en un concurso para ingresar al Magisterio por medio del Ministerio de Educación Nacional, esta sería su oportunidad para ejercer como docente. Lo que dicho concurso no especificó fue que los seleccionados serian ubicados en zonas rurales. Por lo tanto, fue una gran sorpresa ganar y ver que sería asignado en Caicedonia, un municipio casi a tres horas de Florida.
Escuela Nueva es el nombre de la institución a la que Pablo llegaba por primera vez a enseñar. Estaba encargado de un grupo conformado por 25 alumnos desde grado 0 a grado 5to. Esto lo obligaba a hacer planeación de al menos 60 asignaturas para cubrir los conocimientos que los estudiantes de diferentes niveles académicos debían adquirir en el proceso.
Pero su labor no era sólo ser docente sino que al estar en una zona rural, los habitantes lo tomaban como un representante del Estado, por lo que se convirtió en mensajero, vigilante y como él se reconoce, mandadero de la comunidad.
Esa experiencia fue todo un reto y una tarea dura, pero en el camino fue descubriendo herramientas para emplear en su trabajo que claramente la universidad no le había dado. Por sus propios medios tuvo que aprender a enseñar al mismo tiempo a seis cursos diferentes y así mismo, hacer labores ajenas a su oficio, pero que lo hacían sentir parte de los habitantes de Caicedonia.
Seis años después fue trasladado al municipio de Palmira y desde entonces trabaja en la Institución Educativa Antonio Lizarazo de la Comuna 1, una zona sumergida en gran cantidad de problemas sociales y económicos, golpeada por la violencia y donde el trabajo es retador para Pablo ya que su objetivo es transformar estilos de vida a través de la escuela.
Después de su experiencia con distintos grados, decidió esta vez, quedarse solo con niños de segundo grado ya que, según él explica, en la niñez el cerebro hace el trabajo de masificar los aprendizajes automáticos, esos que son para siempre, entonces aprovechando ese excelente momento del ser humano es cuando se puede dejar más huella.
Una de las metodologías que Pablo usa con los estudiantes es el Hilo Conductor Motivador, a través de la fábula `El león que no sabía escribir´, haciendo una analogía con la realidad que se vive en la comuna. El león no sabe escribir, pero eso no le importa ya que él puede rugir y enseñar sus colmillos y no necesita más. En el entorno de los estudiantes, a los jóvenes no les importa estudiar porque creen que lo único que necesitan es aprender a defenderse y pertenecer a alguna pandilla.
El león de la fábula se enamora de una leona que sabe leer, así que para conquistarla y poder escribirle cartas, empieza a estudiar. El profesor Pablo explica que los niños se ven motivados cuando se trata de retos, por lo que llevan una competencia contra el león para demostrar que ellos pueden aprender a leer y escribir primero que él.
Esta metodología ha resultado fascinante para los padres, como es el caso de Gloria Jiménez, madre de un pequeño de 6 años que sin sentencias o castigos, llega juicioso a su casa a cumplir con los deberes académicos.
Pablo ha dejado claro que nació para la docencia, es lo que lo inspira y lo lleva a tratar de ser mejor persona cada día. Su amor por los estudiantes y por el arte de enseñar no solo se ve reflejado en la forma tan apasionada en que habla cuando se refiere a su profesión sino en el cariño que los niños le demuestran.
Sonrientes a través de una videollamada por WhatsApp y apenados dicen que les gustan las clases con Pablo porque son divertidas, aprenden y por supuesto, van a ganar la carrera del aprendizaje contra el león que no sabía escribir.
La pandemia también ha transformado el modo de enseñanza de Pablo. Recuerda el inicio de la cuarentena como un momento de angustia e incertidumbre, no solo por su trabajo sino también por la diabetes que padece y que lo hace más vulnerable si llegara a contraer el Covid 19.
Con el tiempo se ha ido adaptando a la vida virtual, al igual que al estilo de vida de sus pequeños estudiantes, pues como él cuenta, en la actualidad se asume que todos cuentan con un dispositivo móvil de por lo menos, gama media. Pero la realidad de la Comuna 1 es diferente, hay casos en los que cinco niños de una misma familia comparten un solo teléfono celular para ver las clases, otros ni siquiera cuentan con uno que permita por lo menos ver un video. Es por esto, que Pablo ha tenido que modificar sus metodologías enviando una sola imagen a sus alumnos en donde quede claro el tema y las actividades que deben realizar para que, de este modo, el proceso sea más ágil y práctico para los alumnos.
Pablo ha obtenido varios reconocimientos por su buena labor. En el municipio de Guacarí recibió una medalla que le otorgaba el primer lugar de los profesores de básica primaria y otra en la ciudad de Palmira por la creación de un excelente proyecto de aula.
Este maestro todo terreno confirma cada día que enseñar es su misión en la vida. “Descubrí que la docencia es lo que corre por mis venas, es lo que me apasiona y lo que me hace querer ser mejor persona cada día”, dice Pablo.
Es así como espera seguir en su labor hasta que la vida se lo permita y siempre con el objetivo de transformar la vida de sus pequeños estudiantes.
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