Por: María Camila Charrupí Díaz
El testimonio de Wilmar Andrés Salazar es aterrador, ya que su supervivencia es catalogada como un milagro, y parece que estar muerto no era su destino. Cuando este taxista narra su historia tan espeluznante hace poner los pelos de punta a quienes lo escuchan.
Wilmar es una persona optimista, un hombre que de milagro está vivo para contar su historia, sobre lo que sucedió esa madrugada del 28 de septiembre del 2001.
Este es el crudo relato de este humilde hombre de cuerpo robusto, y además sobreviviente a una larga descarga eléctrica por todo su cuerpo, quien tras verse tirado en el piso electrocutado, le suplicaba a Dios cada minuto que transcurría que le perdonara todos sus pecados.
Desde los 15 años se ha dedicado a trabajar, sin necesidad de hacerlo porque en su hogar lo tenía todo. Antes de ser mayor de edad, buscó mucho la presencia de Dios, y con el paso del tiempo se apartó de los caminos del Creador, volviéndose desobediente, fornicador, es decir, haciendo todo lo que él sabía que no le agradaba a Jehová. Sin embargo, era un joven que podía escuchar la voz del Señor, siempre caminaba de la mano con él protegiéndolo de todo mal y peligro.
Wilmar Andrés cuenta que una noche se encontraba en la calle. Jehová le dijo que lo iban a robar, él, muy asustado y a la vez confundido porque en aquel lugar no había nadie, desconfió al mismo tiempo de Dios. Luego de cuatro minutos, en su camino se aparecieron hombres afrocolombianos con armas intentado hurtarle sus pertenencias, incluso llegando al punto de querer quitarle la vida, pero cada segundo que pasaba le pedía al Creador por su vida, y fue así como se fueron los hombres, sin tocarle un solo pelo.
En medio de todo esto, Andrés, veía cómo Dios hacía milagros, sanaba a personas con cáncer y gente en sillas de ruedas, aun así decidió apartarse del Señor y centrarse en su vida terrenal, poniéndose a laborar en algún empleo de buen nombre.
Así fue cómo a los 19 años terminó trabajando en el parqueadero ‘La Rivera’, ubicado en la Cra. 2b # 63-08, trabajaba 12 horas, de 7:00 a.m. a 7:00 p.m., su labor era vigilar y parquear carros, y a veces le tocaba trasnochar.
Tiempo después consiguió novia, y se alejó mucho más de la Iglesia, empezando a tener relaciones sexuales con su pareja, lo cual él sabía que no debía hacerlo, ya que estaría fornicando y según el mandato de Dios, debería primero casarse.
Wilmar empezó a tener sueños tenebrosos. Cada que cerraba sus ojos en lo espiritual, observaba espíritus que lo atormentaban día y noche por alejarse de la presencia de Dios.
Una noche en el parqueadero, ingresaron diez personas con armas de fuego a robar, diciéndole a Wilmar que lo iban a ejecutar. “Te vamos a matar, te vamos a matar”, les oía decir. Al final de cuentas, solo hurtaron $100.000, un reloj y celulares, aunque cada uno quería llevarse de a un carro, no lo lograron.
Para él todo esto que le empezó a suceder, era una advertencia y señal por haberse alejado de los caminos del Creador. Otra noche, en su lugar de trabajo, estaba sentado viendo televisión y en su desobediencia mirando pornografía. Andrés dice que vio cinco personas de estatura mediana, quienes vestían una manta color café, muy parecida a la de los monjes: eran demonios que lo atormentaban a cada momento, hora y lugar.
La pregunta es, ¿por qué aparecían estos espantos en ese lugar? Wilmar afirma que realizaban brujería aquella noche y justamente en el momento que él los observó, todos los demonios se quedaron persistentemente mirándolo y sonriéndole a carcajadas. Al parecer esta fue una de las últimas advertencias por parte de Dios hacia él.
Ése 27 de Septiembre de 2001 el administrador del Parqueadero La Rivera, don Walis, le dio la orden de que apagara un transformador que iba hacia las baterías, ya que las dejarían cargando toda la noche, pero al día siguiente él tenía que desconectarlas. A las 6 de la mañana se levantó sin siquiera imaginarse el horrible momento que pasaría.
Muy puntual llegó a su trabajo, lavó el carro de un cliente, y con su cuerpo totalmente mojado y sin darse cuenta que poco a poco el agua corría hacia el transformador, se acordó de la orden que le dio su patrón, de apagar una batería. Inocentemente tomó el cargador para desconectarlo y…para él es inexplicable cuanta descarga eléctrica corría por todo su cuerpo.
“Traté de sacar el cable, de jalarlo con todas las fuerzas que me quedaban, pero no fui capaz de hacerlo, no entendía lo que estaba sucediéndome, por qué tanta energía pasaba por mi cuerpo y sin poder hacer nada”, recuerda Wilmar.
Cayó al suelo en medio de un charco de agua, quedando el cable que le ocasionó la descarga eléctrica por debajo de su cuerpo.
Él sintió que no era capaz de quitarse el cable, gracias a Dios vio a un señor que pasó por el lugar, lo único que podía era pedirle ayuda. El hombre con capa de héroe en esos momentos, entró asustado y sin saber qué hacer ante esa situación, ya que no veía el cable por ningún lado. El señor héroe de quien no se tiene rastro, le decía a Don Wilmar si había sufrido un ataque epiléptico, él no podía responder a sus preguntas, su lengua iba cada vez más hacia dentro, según él cuenta, sentía como si se estuviese tragando su propia lengua.
“Sentía el corazón a millón, como si estuviera corriendo una maratón, pero también a la vez después comencé a sentir que mi corazón iba lento, lento, lento, me estaba faltando el aire y le decía al Señor: ‘Jesús, porqué me estoy muriendo, ten misericordia de mí’. Dios contestando a mis súplicas me decía que Él ya no podía hacer nada más por mí”, relata Wilmar.
Instantáneamente notó cómo se perdía la presencia de Jehová, sintiendo angustia, soledad y tristeza de saber que estaba muerto. No se quería morir ya que sabía que existen el cielo y el infierno, y su alma se iría directamente hacia el purgatorio.
En el tiempo que sintió morir, el Creador le mostró su vida desde que nació hasta sus 19 años, revelándole a Wilmar Andrés todas las cosas buenas y malas que hizo cuando estaba vivo y todo lo que le faltó hacer, ya que en la palabra de Dios dice que “para él un día es como mil años y mil años es como un día”; es decir, Jehová siendo el dueño del tiempo puede adelantarnos o devolvernos a nosotros sus hijos.
Wilmar sentía cómo si le estuviera pasando una aplanadora de los pies a la cabeza, cómo dejaba de respirar, él mismo fijamente mirando su cuerpo dice que estaba completamente carbonizado. Se acercó un señor y cuando quiso ir a tocarlo, su mano traspasó el cuerpo de él. Para Wilmar la peor realidad que le tocó haber vivido fue estar muerto.
Aun no estando en la tierra, escuchaba a la gente decir que él había fallecido por un ataque al corazón, y otros decían ‘él se electrocutó, se electrocutó’; en ese justo momento él le preguntó a Dios cómo después de estar muerto, podía escuchar a los vivos hablar.
“Tiempo más tarde, que para mí fueron como horas, escuché a lo lejos, que venía una ambulancia, fue la mayor alegría que sentí, les grité: ‘ayúdenme’, miraba cómo los paramédicos, al tocar mis manos, los traspasaban, yo les decía por fin llegaron, se habían demorado, claramente ninguno me escuchaba, uno de ellos tocó mi pulso en la muñeca y cuello, mirándose con su compañero de trabajo dijeron: este joven está muerto, llamemos a la Fiscalía”, relata hoy Wilmar.
Asustado, clamaba a Dios “padre, padre, ten piedad, yo sé que hice cosas malas, pero también sané y curé a personas por medio de tu presencia Señor”, Jehová le respondió que todos los milagros y obras buenas que Wilmar hacía por otros, lo hacía Dios, no él.
Minutos más, minutos menos, sintió cómo alguien quitó un cable de su mano, reaccionó de la manera como cuándo están ahogando a una persona y luego la sueltan, y se paró rápidamente sin saber si estaba vivo o aún seguía muerto.
Casi se muere del susto la persona que lo circundaba en esa mañana, al ver que él se levantó cómo si nada. Él hombre le dice a Wilmar qué era imposible verlo vivo después de que los paramédicos dijeran “este señor está muerto”. Wilmer Andrés le pidió al hombre que por favor lo pellizcara, para él saber sí estaba vivo de verdad o eran alucinaciones suyas.
Corrió la alegría por todas sus venas, pero nadie creería que también en ese justo instante, se desaparecieron la ambulancia y las personas que curioseaban su muerte, solo quedándose con él en su resurrección ese hombre que lo ayudó. Es por eso que según el protagonista de la historia, Dios le adelantó el tiempo y lo regresó en el mismo lugar cómo sino hubiese pasado absolutamente nada. Desde entonces le dicen el joven milagroso, nadie puede explicar cómo sobrevivió a ese brutal ataque de energía.
‘La muerte es como un sueño’, narró Wilmar Andrés, que según él, la piedad de Dios lo levantó de ella.
Fue atendido en el Hospital Departamental ese mismo día y al recordar cómo le arrancaban de su cuerpo pedazos de carne quemada, hace gestos de amargura en su rostro.
El Dr. Mairon Abilio Urrutia Rivas, médico internista hace más de 8 años en la ciudad de Cali, dice que, “las causas de que una persona muera y vuelva a la vida es un caso muy complejo, ya que para el paciente Wilmar Andrés, su renacimiento es algo extrasensorial desde su punto de vista, por lo que yo como médico profesional no podría decir que fue un milagro su resurrección”.
Desde el punto de vista médico, continúa el especialista, una persona que se electrocuta y cree que muere instantáneamente, sufre una arritmia cardiaca; es decir, el corazón humano es una bomba con un sistema eléctrico, que al estar expuesto a altas corrientes puede averiarse y terminar produciendo un arritmia al corazón que es lo que ocasiona esa muerte temporal. En este caso, Wilmar Salazar no tuvo un estado de catalepsia, sino que sufrió una arritmia cardiaca transitoria.
Aún siente dolor en sus dedos y la uña de su pulgar no le crece por un lado, para él las cicatrices que tiene en la palma de su mano derecha, son como los tatuajes de verdad, que cada uno tiene una historia significativa y un por qué.
Blanca Alicia Moncada es ama de casa y una excelente mujer luchadora que aún ejerce su papel de madre con Wilmar, como todo hijo anhela tener. Para ella fue demasiado aterrador, angustiante e increíble, escuchar por su celular a su hijo diciéndole que había muerto.
“Me encontraba en mi casa, pero desde muy temprano tuve un presentimiento y el Señor me decía que orara por Wilmar que estaba en peligro. Cuando llegué al hospital, me asombré mucho de verlo así, lo primero que le vi fueron sus deditos de la mano derecha todos quemados, me parecía increíble lo que había pasado, mi hijo me comentó lo que le sucedió y yo lo único que hice fue darle gracias a Dios por permitir que tuviera una segunda oportunidad de vida”, dijo Blanca.
Que felicidad fue para ella, el saber que todas las oraciones por su hijo fueron escuchadas por Jehová. Su relación de madre e hijo es muy buena, ellos tienen mucha química, confianza y respeto, siempre mantienen comunicados, en pocas palabras son muy amigos.
Un día, llegando a casa de un retiro espiritual, su madre Blanca Alicia le dijo, que porqué ayunaba tanto, al parecer no le agradaba que su hijo llevara sin comer tantas horas, o días. Wilmar una vez ayunó cuarenta días y cuarenta noches, solo tomando agua.
“Mucha gente piensa que cuando te acercas a Dios es porque vas a enriquecer y a prosperar, pero la verdadera riqueza es que tu alma se sienta libre, feliz y en paz. Muchas veces queremos tener el control hacia los otros, aunque en realidad Dios es el que tiene el control de nosotros, sus hijos”, comenta Wilmar.
Gersaín Paz B., Pbro., de la Arquidiócesis de Cali hace más de 31 años y sacerdote de la Parroquia Santa Marta, del barrio Llano Verde, dijo que el caso de una persona que siente morir y después vuelve a tener vida, son experiencias estrictamente de muerte y por la gracia de Dios y un milagro fortuito de la naturaleza, es que vuelven a la vida.
“Hay muchas personas que han tenido varios tipos de experiencias cuando fallecen, ya que sus vidas toman un rumbo totalmente distinto; el revivir sería descubrir que la vida es una segunda oportunidad y un regalo que hay que aprovecharlo, y a partir de esa amarga vivencia, uno puede hacer de grandes desgracias, grandes oportunidades”, afirmó el religioso.
El padre Gersaín dice que hay un libro del médico Raymond Moody titulado Vida después de la Vida, en la que el psiquiatra entrevista a personas que van a la otra vida y siempre tienen como denominador común, el reencuentro con sus seres queridos muertos.
“Como Sacerdote, en el caso de Wilmar Andrés, lo que importa no es saber cómo resucitó sino qué significó estar muerto para continuar viviendo, si él a partir de ese momento amargo y duro decidió enrutar o redireccionar su vida sería lo mejor, porque significa que él está aprovechando esa oportunidad que él mismo le pidió a Dios para que las cosas mejoraran”, argumentó el párroco.
Dio un consejo a la ciudadanía, que la religión no se debe dejar para última hora sino todo el tiempo, vivir con la armonía y experiencia profunda de Dios. Este es un pequeño testimonio, que persuade e incita a que las personas crean en la presencia de Dios, en que el sí existe.
Wilmar logró salir adelante después de ese atroz accidente, ahora vive en el barrio Lleras Camargo, parte baja de Siloé, tiene 39 años y en el 2002 se graduó de bachillerato acelerado. Actualmente estudia Teología y Ciencias Religiosas en el Instituto Ser Internacional en Cali, en convenio con la Universidad Bautista.
Hoy en día es un adulto, con cicatrices que recuerda todos los días, un hombre con una gran sonrisa, quién vive completamente feliz porque Dios le ha dado una segunda oportunidad de vida para que cuente y dé testimonios a aquellas personas qué piensan que Él no existe.
CRÓNICA
Destaco como valioso la intensidad de este relato de un hecho casi insólito, que la estudiante cuenta con el tono coloquial típico de la narración oral en las comunidades afro del Pacífico. Y su voluntad y perseverancia por corregir su texto hasta perfeccionarlo con la reportería de las fuentes consultadas.
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